Por Jaime Garcia Covarrubias
Es común que se diga que la democracia está
en crisis lo que nos hace a pensar que siempre, por su propia naturaleza, la
democracia conlleva algún tipo de crisis.
Sabemos que la sola necesidad de buscar
consensos va tener como consecuencias naturales disensos.
Más aun, quizás la sola práctica o ejercicio de la
democracia genera las crisis.
Refuerza lo anterior, que es común que
nuestros políticos para definirla, echen mano a la clásica definición de
Churchill que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”.
No obstante lo señalado, en la actualidad se
observa un mayor alejamiento de la gente respecto al sistema democrático, que
incluye rabia y hasta desprecio lo que es muy inconveniente para el futuro de
la política y del país.
El solo hecho de que la gente no acuda a
votar, nos insinúa o que está muy de acuerdo con todo lo que sucede en la
política y le da lo mismo participar o
al contrario, tiene mucho distanciamiento y no ve en ella, la solución
a sus problemas.
Claramente, es esta última la razón la
causante de la abstención electoral que ya comienza a hacerse crónica.
Por esto, es necesario tratar de identificar
las “causas críticas” de esta frustración popular para estar en condiciones de
entender lo que nos pasa y así perfeccionar el sistema democrático, obra humana
y por lo tanto perfectible.
Si no se conocen las causas y anclajes de los
problemas no es posible solucionarlos y la discusión y posibles mejoras se
transforman en especulaciones que nunca llegan a buen puerto.
Esta opinión la doy pensando en Chile, pero
los alcances de estas definiciones, sin lugar a dudas, también pueden tener
vigencia para otros paises de nuestra esfera geográfica ya que los problemas
regionales tienen una natural relación producto de nuestras historias
compartidas y cercanía física.
Tratando de identificar la actual crisis,
podemos concluir que este deterioro es provocado por frustraciones y
decepciones que vienen desde distintos orígenes y que, obviamente, tienen como
consecuencia la perdida de sintonía de los ciudadanos con el sistema
democrático.
Pues bien, ¿pero cuáles podrían ser esas
frustraciones y decepciones y sus respectivas consecuencias?
Estas pregunta nos lleva a concluir que
pueden haber múltiples causas y que por la transversalidad de estas no son
fácil de identificar.
Además, que se suma que habrá algunas de más
profundidad y otras más coyunturales.
Por ello, no pretendemos agotar todas las
causas en este artículo, pero si afirmar que, como dicen los españoles, al
menos “es todo lo que está, pero que no está todo lo que es”
La primera es la pérdida de prestigio del Estado y la valoración cada vez más creciente de más libertades
por parte de los ciudadanos lo que ha tenido como consecuencia el desequilibrio
entre deberes y derechos.
La política, según Hume, coloca siempre en tensión
a la necesaria autoridad del estado con las ansias de libertad de los
individuos.
Estas son inversamente proporcionales y la
perdida de extensión de una aumentara la extensión de la otra.
La debilidad de autoridad del estado en la
modernidad ya fue advertida, por diversos autores, en los años ochenta.
Esta, puede sobrevenir por “abarcar mucho o
al contrario por abarcar poco”.
En esto hay opiniones diversas y tiene que
ver con la jerarquización que se haga respecto a la libertad confrontada con la
autoridad.
En este esquema se inscribe la tradicional
pugna entre más estado o más mercado.
Para algunos, como el francés Julien Freund,
la política es más importante que el estado porque si despareciera éste, la
política continuaría en una estructura diferente.
Por supuesto que, la caída del muro Berlín
hizo su parte ya que junto con el desplome de los ladrillos debilito la idea de
un estado totalitario en el mundo occidental.
Sin embargo, no podemos eludir que en pleno siglo XXI hay
naciones como China o Corea del Norte, donde el estado más que un medio de la
política se transforma en un fin en sí mismo.
La segunda es el impacto demográfico en el
sistema democrático y con ello la imposibilidad de los partidos políticos de
articular intereses de una población que aumenta y se segmenta en diferentes
estamentos.
Esto ha tenido como consecuencia decepción en
la ciudadanía, por déficit de representación real.
Esta situación ya preocupaba a los políticos
estadounidenses a fines del Siglo XVIII, cuando se imaginaban una democracia
con el doble o triple de los ciudadanos de entonces.
Para ellos, sin duda, provocaría muchas
dificultades exigiendo, como lo plantea James Madison en el Número 10 del “El
Federalista” un particular esfuerzos a los partidos políticos para “refinar” la
opinión pública y articular los intereses y orientarse al bien público.
La realidad nos muestra que el factor
demográfico impactó a la democracia moderna y muy particularmente a los
partidos políticos, donde su organización, estructuras y métodos son los mismos
que cuando el país contaba con la mitad de la población.
La tercera es la incapacidad de las
instituciones, propias de sociedades con explosivos desarrollos, de absorber a
grupos que superaron, en una generación, la educación y status de sus padres,
aumentando sus aspiraciones. Paralelamente, incapacidad de absorber las
demandas de los sectores que quedaron marginados del mismo desarrollo y que
obviamente, produce pobreza y desigualdad.
Por ello, entonces, se perdió el equilibrio
entre las aspiraciones de los ciudadanos y la infraestructura institucional,
económica y social para expresarlas.
Sobre esto nos advirtió Samuel Huntington, a
fines de los sesenta, en su clásico libro titulado “El orden político en las
sociedades en cambio” y nos lo ha recordado Francis Fukuyama hace algún tiempo.
En suma, la consecuencia ha sido frustración
contra todo el sistema político.
En cuarto lugar debilitamiento del fundamento
ideológico en la política y la conversión de ésta en puramente instrumental.
Si bien es cierto el vicio de la ideología
era la "ideologización" el de la instrumentalización política ha
tenido como consecuencia la "corrupción".
¿Cuál de ambas resulta peor? pareciera que
claramente es la segunda ya que termina ligándose los políticos y, por ende, la
política con grupos delictuales y mafias de todo tipo.
Esto lo vemos frecuentemente en paises
hermanos de la región y se prevé que no terminara en corto plazo, más bien, se
profundizara. Esta circunstancia provoca que los mejores ciudadanos se alejen
de la política y no quieran entrar a ella.
Por último, la quinta es lo que el General
Manuel Gutiérrez Mellado protagonista de la transición española, llamo
metafóricamente el "adanismo” aludiendo así al bíblico Adán, esto es
remontarse o partir con el pasado, en todo tipo de discusión política o cuando
se hacen negociaciones en pos de acuerdos políticos.
Esa práctica, según Gutiérrez Mellado, de
partir con el pasado obligaba a pasar de nuevo por los acontecimientos que
había separado a las partes, reviviendo viejas tensiones e impidiendo avanzar.
Amen, de transmitirlas a las nuevas
generaciones, teniendo como consecuencia crispaciones derivadas de problemas
más de carácter histórico que actuales.
En el caso de Chile, los actores políticos aún se encuentran
“atrapados” en la crisis de los años setenta.
Vemos que todo lo que ocurre en la actualidad
se retrotrae a Allende, Pinochet o el plebiscito de 1988.
A mayor abundamiento, pareciera que los más
jóvenes son los más “enganchados” o “apresados” en esta lógica y aunque señalan
repetidamente que ellos no están clavados en el pasado, terminan
invariablemente asumiéndolo.
En consecuencia, se les puede aplicar el
popular aforismo “Dime de que presumes y te diré de que careces”.
En los últimos debates presidenciales pudimos
comprobar que las soluciones que dan los jóvenes políticos no difieren mucho de
las de los viejos.
Esto, reafirma que cuando la historia o los
recuerdos nos dominan por sobre nuestros planes de futuro, es que envejecimos y
también se puede “envejecer” joven.
¡No se trata de ser joven se trata de pensar joven!
De estas causas críticas, sin duda, se
desprenderán múltiples situaciones que no he considerado, pero me parece que
las descritas son basales y seguramente seguirán persistiendo en la política,
mientras nuestra clase política no busque soluciones realmente consensuadas
acerca de estas materias.
Finalmente, a los ciudadanos nos subsiste la
preocupación de que el principal problema de nuestras democracias es adolecer
de un amplio acuerdo sobre lo esencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario