La corrupción
cerca a Cristina Fernández de Kirchner.
El
mayor escándalo de pago de sobornos coincide con una grave crisis económica y
el rechazo de los argentinos hacia su clase política.
La “causa de los
cuadernos”, un viaje al corazón de la corrupción en Argentina
“Mi
memoria, señor, es como vaciadero de basuras”, dice desde la oscuridad de su
habitación el protagonista de Funes el memorioso.
Argentina
ha encontrado en estos días a su propio Funes, más vivo que aquel de la
invención literaria de Jorge Luis Borges, y por ello necesitado de la escritura
para no olvidar.
Oscar
Centeno, así se llama el nuevo memorioso, fue chófer de un alto cargo de los
gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Durante
10 años, apuntó en ocho cuadernos escolares cientos de viajes con bolsos cargados
de dinero, producto de presuntos sobornos que empresas constructoras pagaban a
cambio de contratos con el Estado.
“Los cuadernos de
la corrupción”,
como los llama la prensa argentina, han destapado una red monumental que
involucra a exfuncionarios, empresarios poderosos y hasta jueces, un escándalo
sin precedentes que, como el Lava Jato brasileño, amenaza con arrastrarlo todo.
En
Argentina existe una expresión que dice “prendió el ventilador”.
Se
aplica a aquel que atesora secretos sucios y un día, por los motivos que sean,
decide desparramarlos a diestra y siniestra, embadurnando de mugre a sus
compañeros de tropelías.
Centeno
fue el primero en encender el ventilador, pero es la ficha menos importante del
rompecabezas.
Sus
cuadernos llegaron en enero a la redacción del diario La Nación y en abril a
manos del juez Claudio Bonadio.
Tras
cuatro meses de análisis, el magistrado ordenó la detención de una veintena de
personas, entre ex cargos kirchneristas y empresarios.
El
nombre que destacó en esas primeras redadas fue el de Roberto Baratta, el
número dos del ministro Julio De Vido en el ministerio de Planificación.
Por
las manos de De Vido pasaron todas las obras públicas realizadas durante los 12
años de kirchnerismo.
Baratta,
según se desprende de los escritos de Centeno, era el recaudador del dinero negro, aportado por empresarios
dispuestos a pagar para hacerse de contratos millonarios.
En
el listado de los pagadores figuran nombres conocidos en Argentina, como
Roggio, una de las constructoras más grandes del país,
la
acería Techint, la española Isolux y la empresa Iecsa, del grupo Macri.
Hasta
2016, Iecsa fue propiedad de Angelo Calcaterra, primo del presidente Mauricio
Macri y hoy colaborador arrepentido.
En
los cuadernos de Centeno hay detalles obsesivos de los viajes con dinero:
Horarios,
rutas, nombres y hasta el peso de los bolsos cuando le fue imposible calcular
cuántos millones de dólares había en su interior.
Pero
todo ese monumental cúmulo de pruebas pronto quedó pequeño ante la avalancha de
delaciones.
Los
empresarios involucrados cayeron uno a uno, y como en un club cuyo lema era
“sálvese quien pueda”, prendieron sus propios ventiladores a cambio de
beneficios judiciales.
Todos se
declararon víctimas de extorsión para justificar los aportes bajo la mesa.
El
contenido de cada declaración judicial llegó y llega aún casi de inmediato a
todos los medios, que se han cansado de desplegar titulares.
El primer
arrepentido de peso fue Carlos Wagner, ex presidente de la Cámara de la
Construcción durante el kirchnerismo.
Wagner
no dudó en involucrar a decenas de colegas, y el desfile por los tribunales se
hizo interminable.
Del
lado de los cobradores la figura es Claudio Uberti, un hombre clave en la red
de sobornos, sobre todo porque en 2007 cayó en desgracia y hoy tiene motivos
para vengarse.
Uberti habló de
habitaciones repletas de dinero en la casa de Néstor Kirchner, vuelos a la
Patagonia con bolsos rebosantes de dólares y hasta bóvedas ocultas.
En
todos los casos, las revelaciones transitan por una cuesta ascendente que lleva
hasta Cristina Fernández de Kirchner, considera por el juez Bonadio como “la jefa” de una asociación ilícita
para recaudar fondos públicos.
Uberti apuntó
directamente contra ella en su declaración y dijo que estaba al tanto de todo.
En
una carta abierta publicada el viernes, la ex presidenta acusó al Gobierno de
Macri de hacer un “evidente manejo extorsivo de la figura del arrepentido” con
el único objetivo de perjudicarla.
“Los problemas
judiciales que tengo”,
escribió, “son por haber afectado
intereses económicos muy poderosos que siempre trataron de obstruir las medidas
que llevé adelante en beneficio de las grandes mayorías populares”.
En dos semanas, la
causa de los cuadernos acumuló 14 detenidos, 13 testigos arrepentidos y 43 imputados.
Pero
habrá más, y las consecuencias políticas son aún materia de especulación.
La
red puso en evidencia un sistema que está podrido, con políticos enriquecidos
con dinero público, empresarios que sacan ventaja a fuerza de sobornos, jueces
protectores y un eficiente sistema de
blanqueo de dinero negro.
Hay,
además, otra mala noticia.
El
escándalo coincide con una grave crisis económica y el desánimo de una sociedad
que vive agobiada por las malas noticias.
“La
dupla corrupción e inflación es fatal, la opinión pública no la tolera y se
genera malhumor y desánimo”, advierte Mariel Fornoni, director de
Managment&Fit.
“El
tema de los cuadernos y la economía que no despega forman un cóctel explosivo
que complica el escenario de recesión”, agrega Juan Germano, de la consultora
Isonomía.
El
mal humor social juega en contra de Macri, que no ha podido capitalizar el
escándalo como esperaba.
Y
no sólo porque en la trama está su primo, heredero del conglomerado de empresas
de la familia.
La
falta de confianza afecta a toda la clase política, no importa su color.
El
44,4% de los argentinos consultados por Management&Fit dijo que no se
juzgará a los responsables de la red y sólo el 31% opinó que sí.
Otro
dato revelador: un 41% dijo que la causa es una estrategia para desviar la
atención sobre los problemas económicos.
Macri está
entonces ante un escenario que lo obliga a reescribir el relato que en la
campaña de 2015 lo erigió como un líder anticorrupción y exitoso estratega
económico.
“El
desafío del Gobierno es vincular aquella corrupción con estos problemas
económicos.
La
causa de los cuadernos lo puede ayudar, pero sólo si logra mostrar a la
corrupción como algo del pasado”, dice Germano.
Macri
tiene a su favor que, según las encuestas, no hay político opositor que en este
momento capitalice el desánimo popular.
Tiene
en contra que el Lava Jato argentino tiene principio, pero no avizora fin.
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