En el año
de 1892 murió don Carlos Fuero.
Una calle en la ciudad de Saltillo, Coahuila y
una en Parral, Chihuahua, todo en México, lleva su nombre.
Lo merece por el
hecho que ahora voy a narrar.
A la caída
de Querétaro quedó prisionero de los Juaristas el general don Severo del
Castillo, Jefe del Estado Mayor de Maximiliano.
Fue
condenado a muerte, y su custodia se encomendó al Coronel Carlos Fuero.
La víspera
de la ejecución dormía el Coronel cuando su asistente lo despertó.
El General
Del Castillo, le dijo, deseaba hablar con él.
Fuero se
vistió de prisa y acudió de inmediato a la celda del condenado a muerte. No
olvidaba que don Severo había sido amigo de su padre.
- Carlos
-- le dijo el General, -- perdona que te haya hecho despertar. Como tú sabes me
quedan unas cuantas horas de vida, y necesito que me hagas un favor. Quiero
confesarme y hacer mi testamento. Por favor manda llamar al padre Montes y al
licenciado José María Vázquez.
- Mi
General-- respondió Fuero, --no creo que sea necesario que vengan esos señores.
- ¿Cómo?
-- se irritó el General Del Castillo. -- Deseo arreglar las cosas de mi alma y
de mi familia, ¿y me dices que no es necesario que vengan el sacerdote y el
notario? --
-- En
efecto, mi General - repitió el Coronel republicano.
- No hay necesidad de
mandarlos llamar.
Usted irá personalmente a arreglar sus asuntos y yo me
quedaré en su lugar hasta que usted regrese.
Don Severo
se quedó estupefacto.
La muestra de confianza que le daba el joven Coronel era
extraordinaria.
- Pero, Carlos
- le respondió emocionado - ¿Qué garantía tienes de que regresaré para
enfrentarme al pelotón de fusilamiento?
- Su
PALABRA DE HONOR, mi General -- contestó Fuero.
- Ya la
tienes -- dijo don Severo abrazando al joven Coronel.
Salieron
los dos y dijo Fuero al encargado de la guardia.
-- El
señor General Del Castillo va a su casa a arreglar unos asuntos.
Yo quedaré en
su lugar como prisionero. Cuando él regrese me manda usted a despertar.
A la
mañana siguiente, cuando el superior de Fuero, General Sóstenes Rocha, llegó al
cuartel, el encargado de la guardia le informó lo sucedido.
Corriendo
fue Rocha a la celda en donde estaba Fuero y lo encontró durmiendo
tranquilamente.
Lo
despertó moviéndolo.
- ¿Qué
hiciste Carlos?, ¿Por qué dejaste ir al General?
- Ya
volverá - le contestó Fuero - Y si no, entonces me fusilas a mí.
En ese
preciso momento se escucharon pasos en la acera.
- ¿Quién
vive? -- gritó el centinela.
- ¡México!
- respondió la vibrante voz del General Del Castillo - y un prisionero de
guerra.
Cumpliendo
su palabra de honor, volvía Don Severo para ser fusilado.
El final
de esta historia es feliz.
El general
Del Castillo no fue pasado por las armas.
Rocha le
contó a don Mariano Escobedo lo que había pasado, y éste a don Benito Juárez.
El
Benemérito, conmovido por la magnanimidad de los dos militares, indultó al
General y ordenó la suspensión de cualquier procedimiento contra Fuero.
Ambos eran
hijos del Colegio Militar...
Ambos hicieron honor a la gloriosa Institución.
Ambos
hicieron honor a su palabra.
De ahí
deriva también la palabra "Fuero".
Tener
"Fuero" es tener un privilegio, que debe sustentarse en la PALABRA DE
HONOR ´
y en un juramento o "protesto" como le llaman, que muchos de
nuestros políticos - y de nuestros ciudadanos -
han olvidado y echo a un lado.
Afortunadamente
aún existen muchas familias que inculcan a sus hijos el valor de su palabra:
¡¡¡Palabra de honor.!!!
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