Pero no...
Por Christian Sanz
De
naturaleza kirchnerista
Arrancó
bien, con palabras que sonaron promisorias.
Dejando
atrás los violentos arrebatos verbales —y de los otros— que supo regalarnos el
kirchnerismo.
“No
esperen que yo profundice la grieta porque conmigo se termina la grieta”, dijo
Alberto Fernández horas después de que se revelara que sería el candidato a
presidente por el kirchnerista Frente de Todos.
En
esos días, poco después de mediados de mayo, el otrora jefe de Gabinete K
defendió a su compañera de fórmula, Cristina Kirchner:
"Se
cansó de dar pruebas de que hay otra Cristina que no es una Cristina con nuevas
convicciones sino que es más madura".
Fue
incluso más allá al mencionar que su programa económico sería racional y
coherente, diferenciándose de lo que fueron las catastróficas medidas del
kirchnerato, gobierno al que supo adherir hasta el año 2008.
Preguntado
respecto de qué haría con la deuda con el FMI si llegara a presidente de la
Nación, Alberto habló de buscar “entre
todos” una salida “para los compromisos que la Argentina tiene con el
mundo".
Aclaró
al mismo respecto que “nunca hemos pensado en dejar de pagar la deuda o dejar
de cumplir las obligaciones.
La
historia cuenta que vinimos a pagar las deudas que siempre tomaron otros".
Lo
dijo el 19 de mayo pasado.
Esa
racionalidad se tradujo en la calma de los mercados, que creyeron en sus
palabras, siempre con un dejo de mínima desconfianza.
De
hecho, en sus primeras entrevistas, Alberto mantuvo la calma y toleró todo tipo
de cuestionamientos, casi siempre vinculados a lo angustiantes que fueron los
gobiernos de Néstor y Cristina, en muchos aspectos.
Sin
embargo, pronto mostró su verdadero rostro:
El
que se conoció cuando ocupó el tercer cargo en importancia durante el gobierno
de Néstor Kirchner.
Como
ya explicó este cronista, eran días en los que sabía llamar a los periodistas
críticos a efectos de apretarlos.
“Yo
te puedo hacer mierda”, decía Alberto a su eventual interlocutor a efectos
de expresar su disconformidad con alguna nota periodística puntual.
Desde
ya, se trataba de una manifestación que refería a los pedidos de su jefe
directo, Néstor Kirchner.
Pero
era una manifestación refrendada por él, finalmente.
Once años más
tarde, Alberto volvió a mostrarse como entonces, con ese mismo nivel de
intolerancia.
Empezó
peleándose con tres periodistas, en un mismo día:
Mercedes
Ninci, Héctor Emanuele y Jonatan Viale.
Luego,
decidió dinamitar todo lo que había proclamado a nivel económico.
Fue
después de manifestar que en caso de llegar a la presidencia no pagaría los
intereses de las Leliq y, al mismo tiempo, advertir que el dólar estaba muy
“atrasado”.
¿Pretendía
acaso generar algún tipo de caos económico-financiero?
Si
así fue, no lo logró… por suerte.
Sencillamente
porque los mercados no creen que logre llegar a ocupar el sillón de Rivadavia.
Sea
como fuere, su escalada verbal prosiguió en el mismo sentido, permitiendo que
Mauricio Macri lograra remontar en las encuestas.
Lo
que no logró Durán Barba a través de la ausencia de méritos por parte de
Cambiemos, lo consiguió Alberto
poniéndose al frente de los “deméritos” del kirchnerismo. Ironías de la
política argenta.
Luego
de todo lo antedicho, el ex jefe de Gabinete ha quedado fuertemente devaluado,
aún cuando intenta volver a mostrarse moderado.
Su
jugada ya quedó expuesta.
Es
tarde.
Su naturaleza
está intacta,
por más que intente demostrar algo diferente.
Por
más que intente desdoblar su pensamiento de su verdadera esencia.
Porque,
como dijo alguna vez el genial escritor y periodista Ernest Hemingway:
“Conocer
a un hombre y saber lo que tiene en la cabeza son asuntos distintos”
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