Si el artículo
85 hubiera pasado, no solo habría conseguido esterilizar a la oposición.
También habría
empequeñecido de un plumazo el peso institucional y político de la arquitecta
egipcia.
Sin
el 85, acaba igualmente de asegurarse un poder personal del tamaño de su
esperanza.
Todo
el episodio, a diez días de haber asumido las funciones, ratifica que desentrañar la personalidad ubicua del nuevo jefe del
Estado es tarea compleja y que las simplificaciones inducirán al error.
"Nadie
me conoció bajo la máscara de la identidad ni supo nunca que era una máscara,
porque nadie sabía que en este mundo hay enmascarados -escribía
Pessoa-.
Nadie
supuso que junto a mí estuviera otro que, al fin, era yo. Siempre me juzgaron
idéntico a mí".
Resulta
una verdadera incógnita, ya fuera de la poesía, si su programa será reactivador
o si, como el impuestazo de la Alianza, desmejorará el consumo. También es dudoso que Fernández pueda
gestionar, al mismo tiempo, los dos gobiernos que anidan en Balcarce 50:
Uno
busca relaciones sensatas con Occidente y aliviar la grieta.
El otro promueve
el eje bolivariano
y se dispone a otra batalla cultural contra los "enemigos de la
patria".
Mientras
en lo alto del poder se suceden gestos amistosos hacia quienes piensan distinto
(Martín Caparrós)
En las bases de
los ministerios y organismos hay revancha y patota.
Y
consignas violentas de analfabetos políticos.
Tenía
razón Sarmiento: "La
ignorancia es atrevida".
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