La
última noche en la residencia de Olivos, Macri le explicó a un amigo que si
Fernández lograba modificar la fórmula jubilatoria y reprogramar razonablemente
la deuda, su gestión podría marchar bien:
"Nosotros
le hicimos el trabajo duro".
Parafraseaba
así a Ricardo Arriazu:
Cambiemos
lega superávit comercial y en cuenta corriente externa.
Redujo el déficit
fiscal, ajustó el tipo de cambio y normalizó las tarifas, dejó un nivel de
monetización muy bajo y un nivel de reservas más alto que en 2016.
Y
a pesar de que los vencimientos son inminentes y pesados, el ratio de deuda no
es exorbitante si se lo compara con el de muchas naciones prósperas de la
región.
La
inflación iba en baja y la economía comenzaba a recuperarse cuando llegó el
"palazo" de las primarias:
Allí
hubo pánico, corridas bancarias, nuevas devaluaciones, remarcación de precios
(acelerada por el anuncio de un pacto social), suba consecuente de la inflación
y estrés recesivo: lo que empezaba a recuperarse volvió a desplomarse
pesadamente.
La situación no
amerita, sin embargo, la excepcionalidad, ni tampoco les pone nubarrones a los
nuevos inquilinos de la Casa Rosada.
La
aprobación relámpago de un paquetazo fiscal trata principalmente de engordarle
la lapicera a Fernández.
Que
el lunes, ya dueño de múltiples facultades delegadas, y munido de una lapicera
gigante, será un híper presidente, y tal vez vaya incluso camino a diluir la
sombría y venenosa idea de un régimen vice presidencialista.
Nadie
debería subestimarlo.
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