Por Christian Sanz
Fuente: Tribuna de Periodistas
Son
todos narcos y de los malos.
Son
todos traficantes ¿Y si no el sistema qué?".
Sr.
Cobranza - Bersuit Vergarabat
Era
cuestión de tiempo nomás.
El
regreso de Aníbal Fernández al poder era algo cantado.
Estuvo
inteligente Alberto ídem en esperar a nombrarlo, porque su nombre siempre es
mal visto.
Asociado a los
peores hechos de corrupción, incluido el narcotráfico y el crimen organizado.
Me
consta, porque le gané dos juicios penales que me hizo por acusarlo de sendos
delitos, uno iniciado en 2004 y otro en 2009.
Como
sea, Aníbal fue designado este jueves interventor del Yacimiento Carbonífero
Río Turbio, un lugar emblemático en lo que refiere a la corrupción del
kirchnerismo.
Por caso, el ex ministro de Planificación Julio De Vido se
encuentra hoy detenido por administración fraudulenta en el manejo de fondos de
ese yacimiento.
La
misma suerte corre el ex remisero Roberto Baratta.
Los documentos
que prueban la corrupción abundan.
Allí
queda de manifiesto cómo se pergeñaban los sobreprecios de más del 20% en la
compra de insumos, maquinarias, cañerías o la mera realización de obras.
De
Vido era quien enviaba los fondos millonarios y ordenaba al yacimiento pagar
las sumas, no de manera directa sino a través de la Universidad Tecnológica
Nacional (UTN) y sus regionales en Río Gallegos, La Plata, San Nicolás y
Avellaneda.
En
ese mismo lugar recalará Aníbal, quien dicho sea de paso… ¿por qué fue a visitar al ex
ministro de Planificación a la cárcel en su momento?
Más
aún: ¿Por
qué no pudo ingresar a Marcos Paz?
Más
allá de la oportuna digresión, es relevante preguntarse por qué el neo
kirchnerismo se ha animado a tanto.
¿Quién
tuvo la pésima idea de convocar a uno de los tipos más repudiados de la
política vernácula, Alberto o Cristina?
Aníbal
es un tipo peligroso, ya lo he dejado de manifiesto en varias docenas de notas
de investigación y en mi libro “La morsa y la fuga”.
Sus
vínculos con el negocio de los narcóticos vienen de allá lejos y hace tiempo.
Al
menos desde 1994, cuando era intendente de Quilmes.
Su
nombre quedó flotando en el aire cuando un procedimiento policial desbarató una
banda de narcos que ensobraban cocaína para repartir en colegios de la zona.
Luego, en 2004,
volvió a ser rozado por el escándalo cuando volcó un patrullero con 116 kilos
de cocaína en Salta que manejaban personeros a su cargo. Posteriormente,
vino la trama de Southern Winds y luego mucho más.
Y
siempre Aníbal en el medio.
No
obstante, todo ello quedó opacado en agosto de 2008, cuando fueron acribillados
a balazos Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina en General Rodríguez,
provincia de Buenos Aires.
Tres
meses antes, el propio Forza me confesó sus
temores de que Aníbal lo asesinara por haberse metido en sus “negocios”,
entre otros, el tráfico de efedrina y la
mafia de los medicamentos.
Quienes
cometieron el referido triple crimen resultaron ser “empleados” del ahora
interventor de Yacimientos Carbonífero de Río Turbio.
Principalmente, dos grupos de
hermanos: los Lanatta y los
Schillaci.
Uno
de ellos, Martín Lanatta, fue entrevistado en la cárcel y, amén de implicar a
Aníbal, dejó allí la frase más brutal que yo haya escuchado jamás:
“A
Forza lo asesinaron por hablar con Christian Sanz”.
Por
eso, cuando leo que Aníbal vuelve al poder, no dejo de preocuparme.
Porque
fue uno de los tipos que más me persiguió durante los primeros años del
kirchnerismo.
Incluso
mandó a hackear este portal en el año 2005, molesto por mis notas sobre sus
vínculos con el mundo narco.
Es
sabido que, ante la gran cantidad de amenazas y presiones, debí “emigrar” de
Buenos Aires en el año 2009.
Con
la esperanza de que un día Aníbal se iría para nunca más volver.
¿Qué
puedo decir ahora?
¿Qué
se supone que haga?
Nunca
me creí eso de que volvieron “mejores”.
Siempre
supe que el regreso era peor.
Que volvían para
terminar el trabajo inconcluso.
Es
como ocurre en las películas finalmente:
Las
segundas partes nunca son buenas.
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