El
poeta es un ser especial que vive a mitad de camino entre el cielo y la tierra.
Ni
siquiera él sabe por qué, y muchas veces sus palabras son fruto más de una inspiración
–la Musa en el concepto griego- que de su propia razón.
Desde
su intuición y su concepción escapa al mundo real y sugiere un mundo luminoso.
Aunque
su palabra refleja en verdad la realidad, ésta está teñida de su concepto
irracional y sobre humano.
No
está acotado por límites ni por los conceptos existenciales, sociales y mundanos,
que se convierten en falacias para su creación, la cual sobrepasa
los
límites de la razón.
Provisto
de una sensibilidad especial su tarea se convierte en adivinatoria y su palabra
es profética.
Esa
palabra surge de una visión simbólica interior que refleja su estado de ánimo,
su inspiración y su lugar escapando del mundo terrestre.
Hay
una simbiosis completa entre la persona del poeta y el lugar en que escribe, un
lugar que escapa al mero locus espacial, y que es el lugar del
espíritu,
de las luces, del paraíso y de la sublime creación y concreción en palabras
precisas de aquello que parece inefable y que ninguna ciencia puede
explicar.
Se
transporta al lugar de éxtasis gozoso, de la pasión, de lo sublime, y sus letras
permiten que pueda conocerse, y que otros, quizás el mundo entero
puedan
participar de ese éxtasis.
Sus
palabras denotan algo más que el simple valor lingüístico.
Son
los mismos términos usados por la generalidad de las personas, en el lenguaje
original, pero puestos en un verso, amalgamados con el fulgor de la
creación
y de la concreción poética tienen un significado mayor, especial, espiritual y
placentero para quien lo lee o lo escucha, ya que permite que
se
interprete, que se le dé el valor que a cada uno ha tocado en su interior al
escucharlo, o lo que ha sugerido a su alma individual y a veces al alma
colectiva
de un grupo o comunidad.
Esa
palabra poética tiene un valor propio, imposible de catalogar y de encasillar
en los términos lexicográficos de un diccionario.
Lleva
consigo la percepción de lo absoluto, de lo incomunicable, de la belleza y la
bondad de la Divinidad, de la intuición real, más allá de la
razón
de la unión del hombre con su Creador, y la posibilidad de entrever y llegar al
paraíso en la tierra.
Dicha
percepción se consigue en este mundo imaginativo de la palabra poética, con el
amor, que emana de esa intuición de lo absoluto que el poeta
logra
con su creación poética.
Es
el efecto de vivir nuestra existencia como un permanente y único acto de amor.
Es
amar ahora y siempre, al hombre, a la naturaleza, al universo, sin excepción,
todos los días de nuestra vida.
El
poeta logra eternizar el efecto de ese amor vivido, en la poesía, en sus palabras
puestas de manera especial como moldes de una construcción en un
poema.
Ese
poema trasciende la individualidad, se hace universal, rompe las barreras del
tiempo y del espacio.
Se
lee y se escucha en todo momento y en todo lugar, y por cualquiera que siente
en sí, el ardiente deseo de lo absoluto, que tenga la necesidad de
brindar
su vida de amor, a ese absoluto.
Esa
es la misión del poeta.
Llevar
al hombre, a la comunidad, a los umbrales de la existencia, al arcano de la
vida, a la comprensión de la creación, a través de la única manera de vivir
dignamente que es el amor.
En
esa concepción el poeta, sin saber cómo ni porqué, llena su poema de alegorías,
expresiones que a veces ni siquiera él comprende.
Esas
alegorías dejan el poema total, vital, pero inconcluso.
Porque
expresa la totalidad de lo inefable, pero con una ventana abierta a que la
última expresión sea la de cada uno que lo lee y lo escucha y lo
transmite
primero en su corazón y después a los demás.
Porque
el poema, que el poeta escribe porque es su deber, por necesidad, y como su
misión en la vida, se cierra con el
contenido del espíritu de cada
oyente
y cada lector, que la vivifica y lo
sostiene en el tiempo.
Poeta
Que buscas poeta
cuál es tu
reclamo
es quizás tu
meta
hallar lo que
amo
Que buscas poeta
que escribe tu
mano
la palabra
aprieta
a quienes los
llamo
Que buscas poeta
el amor humano
o aquella receta
que te dio el
arcano
la gracia que
acepta
a quien es tu
hermano
Elias D. Galati
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