Ricardo Roa
CLARIN
Nadie
le impedía estar en la asunción del presidente Lacalle salvo evitar verse con Bolsonaro.
Nada le impedía
a Alberto Fernández estar mañana en la asunción del presidente Luis Lacalle si
hubiese querido estar.
Su
discurso para abrir acá las sesiones ordinarias del Congreso será a las 11.30 y
el acto en Montevideo, a las 14.
O
sea, tiempo suficiente para cruzar el río, cosa que apenas lleva 40 minutos.
Desde
siempre o casi siempre, las dos ceremonias se hacen el mismo día.
Y
desde siempre o casi siempre los presidentes argentinos no dejan de ir.
A
lo sumo llegan un poco tarde, como Néstor y Cristina Kirchner el primero de
marzo de 2010.
Tomaron
un helicóptero para no perderse el desembarco de Mujica en la Torre Ejecutiva,
la Casa Rosada para nosotros, y aunque no llegaron a la jura, lo escucharon en
plaza Independencia.
Eran
tiempos de locura por el conflicto con la pastera Botnia.
Claro
que Mujica era un aliado.
Lacalle
no lo es.
Es
el hijo del rival derrotado entonces por Mujica.
Pero esa no es
la razón por la que Fernández pega el faltazo.
La
razón se llama Jair Bolsonaro y la decisión de Fernández de evitar un
encuentro con Bolsonaro.
Habla
de cómo el Gobierno maneja las relaciones internacionales.
Brasil
es el principal socio de la Argentina y Uruguay es de nuestros vecinos el que
más cerca está o debería estar de nosotros.
Nos
une todo.
La llegada de
Lacalle pone fin a 15 años de gobiernos de izquierda del Frente Amplio.
No
sólo pone fin:
Mete
cambios profundos en la política exterior uruguaya.
Uno,
clave: la relación con Venezuela.
El
“dictador Maduro” como lo
llama Lacalle no fue invitado al acto.
Aunque
molesto por la ausencia de Fernández, Lacalle no la vive como un desaire
completo:
Sabe
que el problema no es él sino Bolsonaro.
Ha
resuelto estar todo lo cerca que pueda de la Argentina.
El
nexo con Alberto es el ex embajador Bustillo y sólo se reservó la designación
de dos embajadores políticos, uno de ellos el hombre de su confianza que pondrá
en Buenos Aires.
Más sorprendido
por la decisión de Fernández está Bolsonaro.
Tuvo
un muy buen encuentro con el canciller Solá hace 15 días en Brasilia.
Solá
le contó que lo habían defendido de las críticas europeas por la Amazonia.
Y
Bolsonaro le prometió una eventual ayuda con el FMI.
Acordaron
un encuentro con Fernández y Bolsonaro por su cuenta anunció por tevé fecha y
lugar:
Este
domingo en Montevideo.
Bolsonaro
se pasó de rosca pero alguien aquí metió la cuchara.
Testigo de todo
fue Scioli, que el jueves colgó el traje de embajador y volvió a ser diputado
por un rato para darle quórum al oficialismo.
Sonriente
y con aires de triunfador, puso los dedos en V para la foto.
Para
él fue una victoria.
Para
la política, una truchada.
En
Montevideo se hablará también de la OEA y de Almagro, el ex canciller de Mujica
que va por nuevo mandato respaldado por Estados Unidos.
Otro
dilema para la zigzagueante política de Fernández, que puso de embajador al ex
dirigente radical Carlos Raimundi al que Cristina le pagó con ese cargo su
lealtad a ella.
Raimundi
dice cosas como que el sistema chileno es peor que el régimen de Maduro.
Fernández
guarda silencio.
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