Por
Enrique G. Avogadro
“Cuando
los líderes declaran el estado de emergencia y lo convierten en una situación
normal, estamos ante el final de la democracia”. Byung-Chul Han
Ante
la insólita extensión del confinamiento (¿por qué no apelar, como Uruguay, a la
responsabilidad personal para cuidarse?), que llegará ahora a los 80 días –el
más prolongado del mundo, con sólo el
0,001% de los muertos globales- he resuelto decir ¡Basta! al pisoteo de la
Constitución, a la tolerancia del H° Aguantadero frente a la prepotencia de
Cristina y a la feria que ha paralizado al Poder Judicial, dejando a la ciudadanía sin defensa frente a los avances del Ejecutivo
sobre los derechos individuales.
A
partir de ahora me declaro en desobediencia civil y, si quieren buscarme, saben
dónde hacerlo.
La
prensa amarilla, que dedica al tema kilómetros de columnas en los diarios e
infinidad de horas en radio y televisión, es la principal responsable del
pánico que cundió en el planeta por la aparición del Covid-19, pero los líderes
populistas de todos los signos, aupados al respaldo que surge del pavor
generalizado, se subieron a ese carro triunfal que les permite gobernar sin
contrapesos; el mundo está lleno de ejemplos.
En la Argentina,
el infundado terror ha permitido que nuestra democracia haya desaparecido y nos
hayan encerrado para imponernos el silencio…
Hemos
delegado el poder total en Fernández², y no nos movilizan siquiera los
desvergonzados avances de Cristina Fernández (con el silencio cómplice de su
mandado, el Presidente) sobre la República.
El
confinamiento ha permitido al Gobierno “aplanar” las curvas de inflación, del
dólar y de la pobreza, y demorar la irrupción del hambre y la desocupación, más la prioridad de la Vicepresidente sigue
siendo obtener impunidad para sí misma, sus hijos y sus cómplices.
Pero
es insano ignorar que, tras la niebla de la pandemia, nos arrastra hacia los
dorados paraísos del Grupo de Puebla y el Foro de São Paulo.
Es
decir, pretende integrarnos a esa constelación de fracasos que integran
Venezuela, Cuba, Nicaragua y apoyan Rusia e Irán.
En
ese sentido van la delegación de facultades legislativas en el Ejecutivo, la
liberación de políticos presos y delincuentes peligrosos, la cesión de más
poder a las “organizaciones sociales”, la colonización de las “cajas” y
organismos de control del Estado,
la
ideológica pelea con todos nuestros vecinos y socios,
la
quiebra de miles de empresas, y la centralidad del Estado, traducida en los
proyectos de modificar la Constitución para instalar un nuevo “pacto social”,
“reformar” a las fuerzas armadas, confiscar acciones de las empresas que
necesitan ayuda, expropiar las distribuidoras de energía,
modificar
la integración de la Corte y “legitimar” la Justicia,
crear
nuevos impuestos, castigar a los productores rurales para obligarlos a vender,
realizar una reforma agraria, recrear la Junta Nacional de Granos, nacionalizar
la banca y el comercio exterior, y todas las otras locuras anunciadas como
meros globos de ensayo pero que, en el kirchnerismo, siempre se transforman en
prontas realidades.
Salga
pato o gallareta en la extraña negociación de la deuda, la Argentina ya entró
en mora y carecerá, en los próximos años, de financiamiento externo para el
sector público.
Como
defaulteadores seriales que somos, el mundo no confía más en nosotros y la
falta de pago de los bonos entregados por Axel Kiciloff -cuando era Ministro de Economía- al Club de Paris impedirá también
que obtengan crédito las empresas y, sobre todo, para las imprescindibles
importaciones.
Contra
la opinión de los expertos –obviamente, no lo soy-, creo que Cristina Fernández
no vería con malos ojos que cayéramos en mora con toda la deuda soberana.
Mi impresión es
que, alocadamente, sueña con recostarse en China para obtener fondos que le
permitirían sobrevivir a la crisis socio-económica que se viene y que, sin ese
apoyo, se llevará puesto al Gobierno.
Aunque
ya es sabido que el gigante asiático no regala nada y que su ayuda siempre se
transforma en cesión de soberanía y saqueo de productos primarios, eso no sería
impedimento alguno para las intenciones de la Vicepresidente; basta con
recordar la base militar china en la Patagonia.
Es
por eso que la sociedad no puede esperar a que la oposición, si pretende seguir
siéndolo, se digne salir a ejercer su rol –no olvidemos que la votamos el 41%
de los argentinos- y parar firmemente los pies al Gobierno, sin importar cuánto
mida éste en las encuestas por la gestión de la pandemia.
Es
imprescindible que las instituciones vuelvan a funcionar y que la Justicia
cumpla con sus obligaciones constitucionales.
Nuestros
representantes deben recordar una frase de Juan Perón que viene hoy muy a
cuento:
“Con
los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”.
Mientras
tanto, ¡feliz Día de la Patria!, observe con atención la situación en el Caribe
entre Estados Unidos, por una parte, e Irán y Venezuela, por la otra, y no
olvide sumarse al cacerolazo del lunes 25, a las 18:00, con el cual manifestaremos nuestro enérgico repudio a la impunidad y al
“socialismo del siglo XXI”.
Bs.As.,
23 May 20
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