"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 26 de junio de 2020

LA VERDAD JURIDICA


Elías Domingo Galati

Dice Foucault la verdad jurídica no tiene nada que ver con la verdad objetiva, es sólo la que está en los expedientes.

Cuenta el libro de los Reyes que Nabot tenía una viña junto al palacio del rey Ajab, y este le pidió que le diera la viña, se la cambiaría por otra mejor, o le pagaría su valor.
Nabot le dijo que no le iba a dar la  herencia de su padre.
El rey se entristeció volvió a su casa y se acostó de espaldas sin comer.
Su mujer Jezabel le preguntó que le pasaba y al contarle el episodio, le dijo:
Acaso tú no eres el Rey, el que domina a Israel.
Ponte contento, levántate y come, que yo haré que te den la viña.

Entonces escribió cartas en nombre del rey a los ancianos y notables del pueblo que Vivian junto a Nabot, con el sello real, pidiendo que hicieran un ayuno, y formaran una Asamblea donde pusieran a Nabot en primera fila, y pongan delante de él a dos malvados que digan ha maldecido a Dios y al Rey, lo saquen de la ciudad y apedreen hasta que muera.
La Asamblea de los hombres notables de la ciudad hizo lo que le pidió la carta del Rey, y apedrearon a Nabot hasta matarlo…
Luego enviaron a avisar a Jezabel que le dijo a Ajab, ve a tomar posesión de la viña, Nabot ha muerto.
Acaso tú no eres el Rey, el que domina a Israel:  la perversión no tiene límites de tiempo ni de lugar.

Debo hacer dos distinciones, una entre la naturaleza humana y la condición humana, como señala Hannah Arendt, diferenciándola, y señalando que la condición humana de la pluralidad es la condición sine qua non de toda vida política, porque todos somos lo mismo, humanos, y por tanto nadie es igual a cualquier otro que haya vivido, viva o vivirá.
Que las condiciones de la naturaleza humana son nacimiento y muerte, y que lo que llama vita activa, posee tres actividades, la labor que asegura la supervivencia individual y la vida de la especie, el trabajo creado por el hombre que concede la permanencia de la vida mortal y el efímero carácter del tiempo,  y la acción que establece  los cuerpos públicos y es condición para la historia.

La acción es la actividad política por excelencia, y a partir del juicio a  Sócrates plantea el conflicto entre el filósofo y la  polis.
Su conclusión es que la vida política está dedicada exclusivamente a asuntos  públicos políticos.
La segunda distinción es en la disyuntiva entre el bien y el mal, en materia política, y también Arendt señala a partir del juicio de Eichman la banalidad del mal, o sea, que haya personas capaces de grandes males o atrocidades,  y que sean gente aparente y perfectamente normal.
Ante esa banalidad del mal, las palabras y el pensamiento se sienten impotentes.

Hay un error conceptual en definir la disyuntiva política como una elección entre el bien y el mal, en realidad es la elección entre el bien de la comunidad y el bien propio.
Se plantea la acción, desde una condición humana de prioridad del beneficio personal ante el bien común, cuya medida no tiene límite, puede llegar a un punto inconcebible.
De allí surgen todas las cuestiones, que mueven el quehacer de los hombres, su vida pública y privada, la vida y hasta la norma jurídica y la relación de cada individuo con la autoridad.

La prueba nos remite al juicio de Nabot, el rey, que no era el rey sino su mujer, instruye a los miembros de la Asamblea a juzgar a un hombre, por algo que no cometió, con testigos falsos, priorizando su bien personal, quería su viña y le había sido negada.
Se crea la verdad jurídica, la que está en el acta oral que dicta la Asamblea y lo condena a la lapidación.
Pero eso será posible con la connivencia, con la complicidad de los otros, de quienes deben juzgar y de quienes forman el pueblo, la gente que observa dichos juicios y los consiente.

Hay una leyenda oriental que señala que la verdad y la mentira decían sus “verdades” en un momento llegan a un lago, se despojan de sus vestiduras y entran en el lago.
La mentira sale primero, se viste con el ropaje de la verdad y dice sus verdades.

Ante esta disyuntiva, que  desea el pueblo, parodiando la  leyenda, ¿la gente prefiere la verdad desnuda o la mentira disfrazada?


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