Carlos
Mira
Varios analistas
daban anoche por terminado el ciclo político de Cristina Fernández.
Después
de la lamentable presentación de su “Unidad Ciudadana” -que acompañó con una
proclama tuitera que raya el borde del golpismo- la jefa de la banda delictiva que saqueó al país durante 12 años entró
en una especie de limbo fanático, imbuida de resentimiento y sed de venganza.
No
dudó en dividir al peronismo ni tampoco en unirse a la escoria más baja de la
política para vomitar una bilis llena de rencor y odio en una descripción del
país tan irreal como la irrealidad que tiño todo su gobierno y, por qué no,
toda su vida.
Cristina
Fernández es una mentira.
Toda ella lo es
y siempre lo fue.
Desde
su adolescencia en donde quería aparentar lo que ni era ni tenía, hasta ahora
en que insiste en presentarse como una líder cuando solo apela a la compañía de
lo más radicalizado y repelente de la política nacional.
Fernández
no está preparada, es profundamente inculta, no tiene lecturas respaldatorias,
no se cultivó:
Solo
la impulsa su tirria.
No tiene tacto,
ni roce internacional, ignora olímpicamente las reglas del recato y es dueña de
un marcado mal gusto del que hace gala en sus dichos y en sus carísimas
vestimentas.
Esta
caricatura cree que puede volver al poder.
Presentando un
“frente” anti republicano, pro chavista, aspira a retornar al mando absoluto.
Ha
perdido de tal manera el sentido de las proporciones que no se da cuenta que su
reloj político murió.
El gobierno por
su parte, festeja su mera presencia.
Se regodea con saber
que enfrente suyo tiene esa especie de esperpento que mezcla una política
dictatorial con unas ideas económicas del paleozoico y unas maneras propias del
bajo fondo.
Pero
el presidente y sus gurúes se equivocan si creen que eso en bueno.
Quizás
lo sea electoralmente para ellos, pero para el país es lamentable.
Cristina Fernández
debería estar entre rejas, como lo están otras personas por una décima parte de
lo que hizo ella.
¿Cómo
puede ser que la jefa de la banda -como está probado en la Justicia- este libre
mientras alguno de sus esbirros están detenidos?
La
sola presencia de Cristina Fernández en el horizonte político argentino es una
mácula que impedirá, mientras exista, la recuperación económica.
Si
para ella se precisan desesperadamente inversiones, pues resultará muy difícil
que esos flujos de dinero lleguen con semejante amenaza.
Por
eso el gobierno debería revisar su estrategia y agregarle al marketing político
algo de sentido común.
Las
fuerzas que critican con dureza a Fernández y que todos los días hacen
presentaciones con nuevas denuncias sobre sus crímenes pueden posicionarse
delante del gobierno y usufructuar ese balance entre las críticas y las pruebas
demoledoras contra el kirchnerismo, por un lado, y sus reparos contra un
gobierno al que reconocen como legítimo y decente pero al que no le rescatan un
solo logro económico.
El carácter
legislativo de las elecciones que vienen (que dicho sea de paso serán
precedidas por unas primarias completamente inútiles, que parecen una cargada
al pueblo y que implicarán un gasto igual a todo el presupuesto anual del
Hospital Garrahan, el centro de pediatría más completo de Sudamérica,
2.8 miles de millones de pesos) pueden tener en la ciudadanía un efecto
liberador.
Recientemente
el impresentable pero siempre ocurrente Luis Barrionuevo dijo que estas
elecciones “no son por plata” (dando a entender que no se juega la presidencia)
con lo que los “apostadores pueden sentirse tentados a arriesgar su voto un
poco más.
Eso debería ser
tenido en cuenta por los capitostes comandados por las huestes de Durán Barba.
Es
verdad que las encuestas son cada vez menos confiables y que en la era de las
redes y las aplicaciones móviles las voluntades ciudadanas se han vuelto tan
cambiantes con los dispositivos en que se cargan las plataformas de Internet.
Pero
es cierto que la luz, al final de las vicisitudes económicas, no se ve y que si
bien es cierto la proclama de Fernández es falsa, hay una notoria lentitud en
la recuperación.
¿Tendrá
valor eso en una elección de medio término?
En
lo personal creo que sí.
No
hay que olvidar que el presidente fue electo en segunda vuelta con votos
prestados, asqueados de la pantomima cristinista.
Allí
las fuerzas que unieron a Massa y Stolbizer pueden pescar desencantados.
Entre la espada
de la ley que la persigue noche y día y el aquelarre electoral que la llevó a
unirse a la escoria de la política, Fernández camino las últimas baldosas de su
vida política, tal como se la conoció hasta ahora.
La
pintura del país que ella describe no alcanza a ser compartida por un tercio de
la población y, quienes la comparten, están amontonados en los cordones de
pobreza que ella misma profundizó en el conurbano bonaerense.
El país se dirigía
a ser, en toda su geografía, un gran conurbano bonaerense si el kirchnerismo
seguía en el poder.
Porque
es en esas miserias donde se nutre su discurso de resentimiento y rencor.
Pero
los dos tercios restantes pueden darle al gobierno la gloria o Devoto.
Y
apostar todo a conquistar esas mentes sensatas por el solo camino de ponerse en
la vereda de enfrente de quien simboliza lo peor de la política no es una
táctica ni segura, ni recomendable ni mucho menos excluyente.
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