Por
ANA VANESSA HERRERO y NICHOLAS CASEY
El
mes pasado los músicos de El Sistema, el programa de enseñanza de música
clásica patrocinado por el Estado venezolano, le rindieron un homenaje a
Armando Cañizales, un violista que murió durante una protesta en Caracas.
CARACAS
— Ese día, Armando Cañizales dejó su viola en casa.
Con 18 años de
edad y un gran talento, su carrera era una de las historias de éxito de El
Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, una obra
social y cultural del Estado venezolano que es un efectivo método de enseñanza
musical, que favorece la integración de los jóvenes de bajos recursos en el
país.
Pero
ese día, Cañizales decidió que era hora de unirse a las protestas callejeras
contra el gobierno que había apoyado su carrera. Cuando unos jóvenes que
lanzaban piedras comenzaron a retirarse ante una fila de soldados de la Guardia
Nacional Bolivariana, Cañizales avanzó solo.
No
dijo nada mientras caminaba con los brazos extendidos y las palmas hacia
arriba.
Entonces
sonaron los disparos.
“Cuando
cayó, ni siquiera sabía que era él”, dijo William Hernández, un joven músico de
19 años que estaba cerca de Cañizales durante las protestas de mayo y era uno
de sus amigos.
Hernández
comentó que jamás se imaginó que Cañizales, quien no solía expresar sus
opiniones políticas, estuviera en la marcha. La viola parecía ser lo único que estaba
en su mente.
La crisis
política de Venezuela está poniendo a prueba las lealtades de muchas personas
que se han beneficiado del gobierno y que fueron sus más fuertes defensores.
Los
médicos y enfermeras de los hospitales públicos convocan marchas para exigir
los suministros necesarios para la atención en los centros de salud.
Los
mismos oficiales de policía sufren la escasez de alimentos, por lo que algunos
ahora cuestionan la batalla del gobierno contra los manifestantes.
Sin
embargo, la lealtad de pocos grupos ha sido tan puesta a prueba como la de los
jóvenes que se dedican a la música clásica en Venezuela y quienes, en su
mayoría, viven en los barrios pobres del país.
Durante
cuatro décadas, el programa financiado por el Estado —y mejor conocido como “El
Sistema”— ha enseñado a cientos de miles de músicos de todas las clases
sociales, un logro inaudito para cualquier país de América Latina y que ha
recibido los elogios del mundo de la música.
La orquesta
juvenil de El Sistema recorrió Estados Unidos durante los años de tensas
relaciones entre ambos países.
Su
joven prodigio, Gustavo Dudamel, se convirtió en una estrella internacional y
dirigió la Filarmónica de Los Ángeles.
Este
programa de enseñanza de música clásica es una fuente de orgullo nacional que
ha sido protegida por diversos gobiernos y era una de las pocas instituciones
que parecía exenta de la creciente polarización de Venezuela.
“En sus 42 años,
El Sistema logró mantener una posición imparcial”, dijo Ollantay
Velásquez, director de la orquesta en la que tocaba Cañizales.
“Se
ha mantenido así hasta hoy”.
Sin
embargo, la muerte del joven músico rompió esa neutralidad al mostrar los
dilemas que enfrentan las instituciones venezolanas a medida que las protestas
callejeras empiezan su tercer mes, con más de sesenta personas muertas en medio
de la agitación social.
Desde
Los Ángeles, Dudamel rompió su silencio
sobre las demandas de los manifestantes y, en mayo, dedicó un concierto a la
memoria de Cañizales, además de emitir una fuerte declaración contra la represión
que el gobierno venezolano despliega en las manifestaciones.
“Ya
basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable
crisis”,
escribió el músico en Facebook. “Levanto mi voz en contra de la violencia y
la represión”.
En
Venezuela, los músicos de la orquesta han tocado conciertos conmemorativos para
Cañizales, utilizando sus presentaciones para denunciar como traidores a los
funcionarios del gobierno.
Otros
músicos dicen que ahora están siguiendo el ejemplo de Cañizales en las calles,
encabezando las protestas con sus instrumentos a cuestas.
Willy
Arteaga, amigo de Cañizales, tocó el violín frente a los policías
antidisturbios durante una protesta contra el presidente Nicolás Maduro en
Caracas, a fines de mayo. Credit Luis Robayo / Agence France-Presse - Getty
Images
En
una tarde reciente, Wuilly Arteaga, de 23 años, estaba en el centro de una
multitud de manifestantes con su violín al hombro. Llevaba el estuche de su
instrumento atado a la espalda y un casco pintado con los colores de la bandera
venezolana, mientras interpretaba el himno nacional.
Pronto,
el gas lacrimógeno comenzó a rodearlo mientras tocaba.
Finalmente,
otros manifestantes lo agarraron por el hombro y lo arrastraron para alejarlo
del entorno de las fuerzas de seguridad.
“Me
acordé de mi amigo Armando”, dijo Arteaga.
“He
pasado años jugando y viviendo en las calles, y ahora veo que tantos
venezolanos talentosos tienen que comer de la basura”.
Anthony,
otro músico académico, pasa sus días en la primera línea de los enfrentamientos
con las fuerzas de seguridad esquivando las latas de gas lacrimógeno y balas de
goma.
Dijo
que algunos de sus profesores le han aconsejado que no vaya.
“Nos
han rogado que no nos polaricemos, que no mostremos nuestras preferencias
políticas”, dijo Anthony, quien pidió que no se utilizara su nombre completo
por temor a las represalias.
Al
igual que la mayoría de los adolescentes, Cañizales creció bajo los mandatos
del expresidente Hugo Chávez y su movimiento de izquierda que tomó el poder en
1998, el año en que nació.
Chávez,
un populista impulsado por los altos precios del petróleo, utilizó los ingresos
para cambiar el orden político y económico del país, expropiar los activos
extranjeros, construir miles de viviendas públicas y escuelas, y repartirle los
beneficios económicos del petróleo a los sectores pobres.
El
Sistema fue fundado mucho antes de Chávez, en 1975, por José Antonio Abreu, un
brillante director de orquesta que empezó el proyecto con once estudiantes en
un garaje.
Pero
Chávez lo consideró como un motor de cambio en los barrios más pobres del país
y una forma de elevar el perfil cultural de Venezuela en el exterior.
“La
Venezuela revolucionaria, la que se empeña en ser grande y en ser útil, tiene
ya la conciencia del valor infinito de la música como bastión en la lucha por
la igualdad y la felicidad de nuestro pueblo”, escribió Chávez en una carta de
2011 dirigida a Abreu.
A los 10 años, Cañizales
comenzó a estudiar la viola.
Aunque
había planeado ser médico, el instrumento se convirtió en una obsesión, era “su
vida”, recordó Jesús Pérez, su profesor en El Sistema.
Sus
allegados dicen que amaba a Beethoven.
También
practicó el repertorio de Georg Philipp Telemann, un compositor barroco cuyo
concierto de viola fue interpretado por Cañizales en un recital.
En
esa oportunidad, el joven tocó con un poco de miedo escénico por lo que falló
algunas notas.
“Tocó por
amor”,
dijo Velásquez, el director de orquesta.
Hugo
Chávez murió en 2013 y Nicolás Maduro, su sucesor que tiene graves problemas de
popularidad, pronto tuvo que lidiar con la abrupta caída de los precios del
petróleo.
Para
el 2015, los alimentos básicos que el gobierno importaba, para subsidiarlos a
precios bajos utilizando los ingresos en dólares de la exportación del
petróleo, se volvieron escasos y creció la desmoralización de muchos
venezolanos.
El
Sistema también empezó a sufrir los efectos de la crisis.
Los
salarios de los maestros cayeron debido a la inflación, que alcanza los tres
dígitos.
El
mantenimiento básico de la sala principal de conciertos de la capital comenzó a
descuidarse y durante una noche de 2016 se inundó.
Cascadas
de agua goteaban sobre los timbales de concierto que se almacenaban allí.
“Conseguir cuerdas para ponerle a la viola se
volvió imposible”,
recordó Pérez, el maestro.
Sin
embargo, el profesor dice que Cañizales “era un muchacho de pocas palabras”.
Pocos
sabían que estaba pensando unirse a las protestas callejeras.
El
3 de mayo fue un día tumultuoso en Caracas.
Un
vehículo blindado embistió a un grupo de manifestantes que lo atacaron y cuatro
legisladores de la oposición resultaron heridos en los enfrentamientos.
Incluso la fiscala
general, simpatizante del gobierno, condenó la represión policial calificándola
de excesiva.
En
otra parte de la ciudad, los jóvenes manifestantes lanzaban piedras contra un
piquete de guardias nacionales.
En
un video grabado por un periodista venezolano aparece una figura solitaria con
una mochila y un casco, acercándose a los guardias con los brazos extendidos.
Era Armando
Cañizales.
No
hay registro de los disparos.
El
siguiente fragmento grabado por el periodista Luis Olavarrieta muestra al joven
músico mientras era trasladado en una ambulancia.
“¡No,
Armando, no!”,
grita alguien.
Pérez,
su maestro de viola, se enteró de la noticia cuando vio el nombre de su
estudiante en Twitter.
“No
podía creerlo”, dijo.
“Yo
vi ‘Trending Topic: Armando Cañizales’, y le dije a mi esposa,
‘¿Qué
estaba haciendo Armando allí?'”.
Velásquez,
el director de orquesta, se enteró el mismo día al recibir una llamada.
“Me
preguntaron si el joven estaba en mi orquesta”, dijo.
“Me
sentí impotente, como si hubiera perdido a mi hijo”.
El
gobierno y sus rivales se han culpado unos a otros por la muerte de Cañizales y
los opositores han responsabilizado a las fuerzas de seguridad.
El
gobierno sugiere que una bala perdida, disparada por un manifestante, fue la
causa del deceso.
Olavarrieta,
el reportero, dijo que los disparos habían venido del lado de la Guardia
Nacional Bolivariana.
“La descarga
vino de frente a él y allá no estaba nadie más”, agregó.
Cientos
de personas acudieron al funeral de Cañizales en mayo, los miembros de su
orquesta montaron sus atriles en el cementerio para tocar.
Una
persona portaba una bandera venezolana.
La
madre de Cañizales, Mónica Carrillo, se acercó al profesor Pérez y le entregó
la viola de su hijo.
“No
puedo describir lo que sentí cuando abrí el estuche y agarré la viola de
Armando con mis manos”, dijo.
“Sentí
una presión en mi pecho tan fuerte, solo quería llorar, fue tan terrible”.
Y agregó: “Su madre me dijo: ‘Quiero que la
viola de Armando sea tocada hoy'”.
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