Por
Ceferino Reato
"¡Maestro!", lo recibió
Cristina Kirchner, con las dos manos en alto. Ocurrió el 27 de marzo de 2008,
en la Casa Rosada, y el destinatario del saludo tan teatral fue el famoso
guionista, director y productor Francis Ford Coppola.
"Ella no es
una presidenta; es una diva", comentó Coppola tras la audiencia a los
asistentes que había traído a Buenos Aires para preparar la filmación de una
película.
Seis
veces ganador del Oscar, Coppola se mostraba impactado por las dotes
histriónicas de la presidenta.
Esas
habilidades también impresionaron a Javier Grosman, un experimentado productor
teatral formado en una izquierda ecléctica que organizó tanto los festejos del
Bicentenario como el funeral público de Néstor Kirchner, a cajón cerrado, en
2010.
Grosman
suele comentar que ella "sabe lo
que le pasa a cada uno de los asistentes a un evento; por lo tanto, puede
generar una profunda empatía con el público porque va adaptando su mensaje a lo
que percibe en el auditorio.
“Eso
lo vi en muy pocos artistas de teatro".
Un
buen ejemplo de esa habilidad resultó el funeral de Kirchner en la Casa Rosada,
que fue televisado en vivo a todo el país y duró veinticuatro horas, entre el
jueves 28 y el viernes 29 de octubre de 2010, cuando el féretro del ex
presidente fue llevado bajo la lluvia al Aeroparque.
Allí,
un avión lo trasladó a Río Gallegos.
Cristina
convirtió la muerte de su compañero y mentor durante más de 35 años en una
puesta en escena que conmovió a los argentinos y alfombró el camino a su
reelección
en primera vuelta, el año siguiente, con una votación récord del 54,11%, a más
de 37 puntos porcentuales del segundo.
Un
sondeo de la consultora Poliarquía indicó que el velatorio público le sumó
veinte puntos de imagen positiva a la entonces presidenta.
Fue una
representación exitosa, a tono con estos tiempos de la
"telepolítica" y la "tele democracia", donde "la
construcción de un espectáculo y la acción política son la misma cosa",
como indica el politólogo estadounidense Murray Edelman.
Tanto
Grosman como sus ex colaboradores admiten que fue Cristina quien tomó las
principales decisiones sobre el funeral de su esposo:
Por
ejemplo, que nadie pudiera ver el rostro sin vida de Néstor…
Hubo
una serie de razones técnicas y políticas.
Esas
indicaciones fueron dadas por teléfono, desde El Calafate, entre dos y tres
horas después de que regresó al chalet familiar con el cuerpo de su marido en
una ambulancia del hospital local, donde un grupo de médicos y enfermeros había
intentado reanimarlo durante cuarenta y cinco minutos.
Los
entretelones del funeral de Kirchner nos revelan una candidata muy dúctil, que
en cada elección que disputó se adaptó con facilidad al guion que exigían las
circunstancias.
Guion
que, por otra parte, creaba ella misma.
El
mejor ejemplo es la campaña "Cristina Viuda", con la que logró la
reelección, en 2011:
Toda
vestida de negro -un color que llevaría durante más de tres años-, se la pasó
hablando de "Él", en alusión a su marido.
Cuatro años
antes, en 2007, Cristina había interpretado a una candidata que venía a
institucionalizar el país y juraba que su modelo sería la Alemania de Angela
Merkel.
Es
que ella siempre se reservó el lugar de la más moderna, ilustrada y cosmopolita
de la pareja que formaba con su marido, con quien, si bien se peleaba muy
seguido y de manera destemplada, formaba
una unidad política indisoluble.
Para
las PASO, Cristina nos preparó otra sorpresa.
Un
guion en el que ella se mostró en medio de la gente, comprensiva, moderada,
dispuesta a escuchar y ser la voz de todos quienes han sido perjudicados por el
gobierno del presidente Mauricio Macri;
de
las víctimas del "ajuste de Macri"; es decir, a quienes pagaron la
factura de la fiesta...
¡que nos dejó
ella misma hace menos de dos años!
Ahora,
ha vuelto a cambiar: su primer discurso de cara a las elecciones legislativas
de octubre fue más duro e incisivo contra el Gobierno e incluyó algunas
advertencias republicanas que contradicen su propio pasado reciente.
Por
ejemplo, cuando alertó sobre el "mareo" que suele provocar la
concentración de poder.
La "borrachera
de poder" de
la que hablaba Max Weber y que caracterizó su último gobierno.
Sin
dudas, una actriz consumada.
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