Christian
Sanz
Hablan
de “gestas” y “patriadas, siempre con cara de compungidos.
Se
rasgan las vestiduras en nombre de los ciudadanos argentos.
De
hecho, juran que trabajan para que estos tengan un mejor nivel de vida.
Golpean
duramente sus puños en sus ostentosas mesas parlamentarias, al tiempo que
llenan sus bocas de proclamas idealistas.
Todas
ellas en pos de la mejora social.
Incluso
hay quienes se emocionan al escucharlos y hasta se sienten identificados por
sus diatribas.
Más
aún: no faltará quien llegue a dar su vida por estos en puntuales discusiones
de café.
Imbéciles
todos.
Porque
ellos no aportarán nada de sí.
Sencillamente
porque a ellos no les importa nada ni nadie, solo acomodarse y acomodar a sus
familias en ostentosos cargos públicos, pagados con los impuestos de todos.
Son
políticos… y su naturaleza es así, por lo menos en Argentina.
Nadie
zafa, o muy pocos, poquísimos, contados con los dedos de una mano.
Todos los demás
son verdaderos chorros, sanguijuelas que viven del trabajo de los demás.
Desconocen
lo que es trabajar 8 o 10 horas por día, cinco días a la semana.
A pesar de ello,
de que se rascan las pelotas a cuatro manos, sus salarios superan los 250 mil
pesos mensuales.
Sin
contar los gastos de protocolo, viáticos, asesores y la mar en coche.
Esos
mismos tipos son los que nos piden que nos ajustemos los cinturones, desde la
memoria de los tiempos.
Pero
ellos jamás hacen ningún esfuerzo. Ninguno.
¿Por
qué no se reducen sus propias dietas?
¿Cómo
es que ninguno lo propone seriamente?
¿Por
qué no renuncian a tener millones de asesores “ñoquis”?
Jamás
lo harán,
porque les gusta vivir como verdaderos “bon vivants”, con un nivel de vida que
jamás tendrían en la actividad privada.
Porque,
salvo excepciones, no tienen talento alguno.
El
economista José Luis Espert me lo dijo claramente hace poco:
“¿Por
qué siempre hay espacio para subir impuestos y nunca se discute que la política
haga el ajuste que tenga que hacer para no subir impuestos a los privados? ¿Por
qué el privado puede bajar cualquier gasto al punto de comer una rebanada de
viento con tal de pagar cualquier suba de impuesto y el político jamás ajusta
ningún gasto?".
Más
claro, imposible.
Pero
no es todo.
Hay
allí paradoja maldita:
Entretanto
a la ciudadanía le va cada vez peor, los políticos mejoran año a año.
Basta
ver sus declaraciones juradas.
¿Cómo
es posible?
No
les cierra el “blanco”, ¿hace falta imaginar el “negro”?
¿Y
qué decir sobre los referentes de la política que cargan con verdaderos
prontuarios?
Ministros,
secretarios, diputados, senadores, intendentes, gobernadores, etc…
Muchos
de ellos complicados a nivel judicial.
No hay
distinción de partidos, todos parecen cortados con la misma tijera.
Son
una verdadera lacra, a la que no le alcanza con ganar las fortunas que embolsan
todos los meses y ha decidido pergeñar las mejores maneras de robar,
cubriéndose unos a otros.
Se
la han ingeniado inclusive para desmantelar todos los controles, hacerlos
ineficientes.
Para poder hacer
sus trapisondas con total impunidad.
La
AGN, la SIGEN, la Oficina Anticorrupción y demás… ninguno de esos organismos
sirve para nada.
Propios
y ajenos discuten emergencias económicas y otras cuestiones, típicas fórmulas
de ajuste sobre los mismos de siempre.
Sin
dar nada de su parte.
Agotador
realmente.
Porque
es cíclico, y no muestra solución de continuidad.
Por
eso estas líneas, por el hartazgo recurrente.
Porque,
como dice Serrat, “entre esos tipos y yo, hay algo personal”.
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